Bereshit: En búsqueda del paraíso

Por el Rabino Ilan Rubinstein

“Y el Eterno D-os plantó un jardín en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado” (Bereshit 2:8).

 El hombre y la mujer son el pináculo de la Creación, ellos serán los encargados de manejar la obra maestra de D-os, el mundo. Dentro de este mundo hay un lugar privilegiado que es llamado el jardín del Edén, un lugar donde nada falta, donde las condiciones están dadas para llevar una vida plena, tanto en el plano material como en el espiritual.

Nosotros, los judíos, relacionamos naturalmente el concepto del jardín del Edén o Paraíso con lo espiritual, distinto a la fe musulmana no creemos que setenta vírgenes nos estén esperando cuando dejemos este mundo.

Si bien es cierto que hay un premio netamente espiritual después de esta vida que se llama Mundo Venidero, con respecto al Paraíso la Torá no nos habla de un lugar espiritual sino de uno terrenal delimitado por ríos:

“Y un río salía de Edén para regar el jardín, y de allí se dividía y se convertía en cuatro vertientes. El nombre de uno era Pishón, el cual rodeaba toda la tierra de Javilá, donde está el oro. El oro de esa tierra es bueno, allí hay cristal y piedra de ónice. El nombre delSegundo río era Guijón, el cual rodeaba toda la tierra de Cush…” (Bereshit 2: 10- 12)

Este Paraíso además tenía infinidad de plantas, árboles y animales. Si es así, debería ser fácil localizar este lugar, según la descripción de la Torá debería estar en la zona deMedio Oriente ya que el primer río Pishón, según los comentaristas, es el río Nilo y el cuarto río es el Éufrates. Con la tecnología moderna no debería haber ningún lugar que esté fuera de nuestro alcance, entonces ¿Por qué no lo encuentran?

–¿Quién fue el primer comunista de la historia? –preguntó la maestra a sus alumnos de primer grado durante el régimen soviético. Un niño judío, sentado en la última fila, levantó su mano y dijo:

–¡Adán y Eva, señorita!

–¿Cómo sabes?

–Es simple señorita, ambos no tenían ropas, no tenían un techo, sólo tenían una fruta para los dos e igualmente ¡creían que estaban viviendo en el PARAÍSO!

Es cierto, el Paraíso es un lugar terrenal. Pero ese lugar no tiene una dirección única, puede estar en cualquier lado, incluso aquí mismo, como lo grafica el siguiente relato.

Una vez el Rebe de Oyiel soñó que subía al Cielo y se encontraba con uno de los tanaitas2 que estaba estudiando Torá. El Rebe lo saludó y le preguntó:

–Discúlpeme, ¿sabe usted dónde es el Gan Edén?

El tanaita le señaló con sumano el corazón y le dijo: –Aquí, dentro de mí.

El Paraíso es un estado interior de satisfacción, de plenitud en este mundo, no hay que esperar a morirse para llegar a él. Con muy poco podemos ser felices, podemos vivir literalmente en un Paraíso propio, depende de nosotros.

En la sociedad del modelo económico occidental quizá sea muy difícil encontrar el Paraíso, ya que él depende de lo que tenemos, no de lo que somos.

D-os exilió a Adán y Eva de allí, pero dejó la puerta abierta para quienes quisieran espiritualmente regresar a él.

El Talmud (Shabat 33b) cuenta que Rabí Shimón Bar Iojai y su hijo Rabí Elazar fueron víctimas del chisme y sus comentarios negativos de los romanos llegaron a oídos del César quien los sentenció a muerte. Ellos se ocultaron y vivieron trece años en una cueva, comían hojas de algarrobo y bebían agua de un manantial. Para evitar que sus ropas se desgastaran, durante los días hábiles de la semana, se las quitaban y se enterraban hasta el cuello y así, recatadamente, estudiaban Torá.

Sólo en Shabat vestían nuevamente sus ropas. Se entiende del Talmud que ambos vivieron trece años de Paraíso, sí, trece años de mínima satisfacción física pero máxima plenitud espiritual.

No es entonces de extrañar que en nuestra sociedad haya tan pocas personas que puedan considerarse felices. Cuando la felicidad depende de lo que tengo y no de lo que soy, es casi inalcanzable. Todos podemos regresar al Paraíso, sólo depende de nosotros.

 

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