Balak: Mejora tus ojos

Por: Daniel Herc

Lo primero que hace el hombre al levantarse es abrir los ojos. Así empieza el día común de cualquier persona. Antes de irse a dormir la última acción es cerrar los ojos. Así el hombre ya está preparado y listo para terminar el día.

Pero, no solo el día a día empieza y termina abriendo y cerrando los ojos. También en la vida lo primero que hace el bebé al salir al mundo es pestañar por la luz inmensa que lo “enceguece”, y lo último que hace una persona es pegar su ultima mirada hacia este mundo.

¿Nunca les resultó un poco rara la frase “como un abrir y cerrar de ojos”? ¿Por qué la gente usa esa expresión para definir algo rápido y no usan otra expresión como por ejemplo: “como abrir y cerrar la boca?

Los ojos tienen una función vital en la vida. Ya nuestros sabios nos enseñan que una de las diferencias entre la escuela de Abraham Avinu y la escuela de Bilam son los ojos. Dice así: “Todo el que tiene estas tres cosas pertenece a los discípulos de Abraham Avinu y el que tiene otras tres cosas pertenece a los discípulos de Bilam el malvado: Buen ojo… es de los discípulos de Abraham Avinu; mal ojo… es de los discípulos de Bilam el malvado…” (Pirkei Avot 5:23).

El buen ojo y el mal ojo marcan dos escuelas, dos formas de educación, dos maneras contrarias a como enfrentar la vida. Pero, ¿qué es el buen ojo y el mal ojo?

Si lo preguntamos a un oculista un buen ojo es un ojo sano, para un diseñador un buen ojo es aquel que sabe ver los detalles. Un fotógrafo dirá que es aquel que sabe enfocar y si le preguntamos a un visionario dirá que es aquel que sabe ver más allá de lo que tiene enfrente. ¿Y el mal ojo? Recibiríamos misma cantidad de respuestas o más.

Según nuestros sabios, el buen ojo es aquel que ve y que no ve. Aquel que ve las necesidades de los demás y gracias a esto puede ayudar al prójimo, y aquel que no ve que el prójimo “tiene” algo que él no tiene, lo que genera envidia y ruptura de vínculos. Aquel que ve lo que posee y no necesita más, y aquel que no ve que le falta algo. Aquel que ve la verdad y aquel que no ve la mentira. Es decir, un buen ojo está compuesto por “saber” qué ver y qué no ver, saber cuando de verdad hace falta abrir los ojos y cuando hace falta cerrarlos. La persona que sabe como manejar sus ojos posee un buen ojo, una buena vista.

Por otro lado, aquel que posee un mal ojo es aquel que no sabe diferenciar, que ve todo igual, que no reconoce que hay momentos especiales que necesitan cerrar los ojos y otros en los que prestar más atención y observar minuciosamente.

¿Saben qué persona no sabe vivir un día como tiene que ser? Aquel que decide levantarse sin abrir los ojos, el que decide que no hay nada bueno que valga la pena ser visto.

¿Saben que persona sabe vivir intensamente cada día? Aquel que sabe cerrar los ojos y recuperar fuerzas para el próximo día, aquel que sabe que hay cosas que no valen la pena enfocarse en ellas, aquel que sabe donde mirar y donde no.

Si tendría que hacer una receta del buen ojo esta incluiría 2 ingredientes y 3 formas de uso:

Ingredientes: 1) Saber abrir los ojos. 2) saber cerrar los ojos.

Formas de uso:

1) Con el prójimo: saber ver las cualidades buenas de mi prójimo y no las malas, saber enfocarme en sus fortalezas y no en sus debilidades, enfocarme en el y no en mí.

2) Conmigo mismo: saber aceptar y ver en lo que soy bueno, y saber ver en qué soy malo para mejorar. Saber cuando es el momento indicado de cerrar lo ojos y hacer una introspección y cuando es el momento de abrir los ojos y ver a mi alrededor. Ver las cosas de forma positiva y no negativa.

3) Con D-os: Saber ver que todo es para nuestro bien. Saber cerrar los ojos y recibir todo lo que viene departe de El con fe. Saber ver que todo es creación divina y ver su presencia en cada lugar.

Para terminar, nuestros sabios nos enseñan que Bilam Harasha, aquel que enseñó a sus discípulos la cualidad del mal ojo, era el único que sabía calcular el momento justo que D-os se encuentra “enojado”. Este momento el Talmud lo menciona como “el abrir y cerrar de los ojos, como pestañear”. Ni siquiera Moshe rabenu sabía calcular este tiempo.

¿Saben por qué Bilam sí sabía y Moshe no? Porque Moshe rabenu sabía como manejar sus ojos y sabía que D-os nos ordenó dedicarle tiempo al abrir y cerrar los ojos. Moshe nunca buscó ver cuando D-os estaba “enojado”. Sin embargo, Bilam, que poseía el mal ojo, sabía enfocar cuando no hay que enfocar. En otras palabras, Bilam lo único que sabía era pestañear. Cuando uno pestañea no se concentra en lo que ve. Bilam sabía cuando D-os pestañeaba porque era lo único que sabía hacer en el día a día, pestañear, no ver con claridad.

Que D-os nos haga discípulos de Abraham y aprendamos a valorar la vida y verla con un buen ojo.

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