Por: Rabino Ilan Ariel Rubinstein. Parashat Bo. Todos los Derechos Reservados.
“El Faraón le dijo: ‘Retírate de mi presencia y guárdate de volver a verme, pues el día que veas mi rostro morirás” (Shemot 10:28).
Al final de esta parashá se produce la salida de Egipto. Luego de un largo y duro año, las plagas y la destrucción casi total de Egipto obligan al Faraón a dejar salir al pueblo de Israel. En cada oportunidad que Moshé y Aharón se presentaban delante del Faraón se generaba un desafío y una puja de poder.
Si bien Moshé pudiera
ser un hombre carismático o imponente, llama la atención que el Faraón no apeló al sistema más sencillo para aplacar la revuelta, debería haber mandado a matar a Moshé y a Aharón, y de esa manera se hubieran acabado los problemas. Sin embargo, sorprendentemente, no lo hizo. ¿Por qué? ¿Qué le impidió al Faraón ejercer su poder ilimitado?
Había una vez un adivino y un rey poderoso y despótico al que le molestaba de sobremanera la atención que el pueblo le brindaba a las predicciones del adivino. Cierto día, decidió mandarlo a matar, no sin antes dar una lección al pueblo y al astrólogo.
–Dime amigo de los astros. Tú que todo lo sabes, ¿podrías decirme en qué día vas a morir?
Si respondía que hoy, lo dejaría vivir un día más y luego lo mataría y si respondiera que en un tiempo, entonces lo mataría inmediatamente.
El adivino miró al pueblo reunido alrededor de la plaza, miró al verdugo y pidió unos minutos para consultar a los astros, pasados los cuales el rey preguntó:
–Y bien, ¿qué te han respondido?
–Mi Señor, no me atrevo a decirlo.
–Dilo ya, ¿o no lo sabes?
–Mi Señor, los astros dicen que moriré exactamente un día antes que su Majestad…
Sobra decir que el ingenioso vaticinador vivió muchos años en el palacio cuidado con gran dedicación “por las dudas”.
El Faraón conocía perfectamente quién era Moshé y si bien lo detestaba y odiaba sabía que si le hacía daño, se estaría dañando a sí mismo.
Moshé era la voz de la conciencia, todos la tenemos y muchas veces nos incomoda y nos genera problemas, pero sabemos que no la podemos destruir ya que ella es la causa de nuestra existencia. Aunque no siempre la escuchemos, sabemos que ella es la única que nos mantiene atados a la verdadera realidad, a la que, si así lo deseamos, podemos volver y enderezar el rumbo.
Puede ser incómodo actuar bien y no siempre es popular, pero es el sentido por el cual estamos en este mundo. Hasta el último momento, el Faraón se mantuvo unido al ancla que le recordaba lo que estaba haciendo mal.
En cada generación la voz de la conciencia se hace oír, a veces disfrazada de un amigo, a veces de enemigo, pero en la mayoría de los casos la escuchamos desde nuestras entrañas.
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Imágen:Osama Shukir Muhammed Amin FRCP(Glasg), licencia: https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.en
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