Adaptado de: www.jabad.com

Muchas son las Kavanot (intención/meditación) del toque del Shofar, algunas de origen místico y otras más accesibles para las personas comunes. Pero, el Baal Shem Tov nos enseña que hay una intención, que es la base para todas las demás.

Cierta vez, antes de Rosh Hashana, el Baal Shem Tov le dijo a uno de sus discípulos: “Este año tu vas a tocar el Shofar en Rosh Hashana. Estudies todas las Kavanot  que corresponden al Shofar, para que medites sobre ellas cuando lo hagas sonar.”

Con alegría y temor el discípulo se dedicó a la tarea encomendada: Estudió los escritos cabalísticos que tratan de la importancia del Shofar y de como sus sonidos logran actuar en los diferentes niveles de la realidad y las diversas recámaras del alma. También anotó en una hoja los principales puntos de cada Kavaná, para así poder referirse a ellos en el momento que tacaría el Shofar.

Finalmente, llegó el gran día. Toda la congregación depositó sus esperanzas en el elegido del Baal Shem Tov para representarlos en la principal Mitzvá de Rosh Hashana. El alumno se ubicó en el centro de la Sinagoga entre los rollos de la Torá, rodeado por un mar de feligreses, cada uno envuelto en su Talit inmersos en profunda meditación. Frente a el estaba su maestro, el Baal Shem Tov. Un silencio reverente llenaba la habitación, todos esperaban el sonido mágico del Shofar.

El alumno buscó en su bolsillo el papelito con los apuntes pero no los encontró. Las anotaciones habían desaparecido, ¡alguien las quitó de su bolsillo! Su corazón se paralizó. Hizo un gran esfuerzo por recordar lo que había estudiado, pero su angustia por las anotaciones perdidas parecía haber paralizado su cerebro. Lágrimas de desesperación llenaron sus ojos. Su rabino le había encomendado la tarea más sagrada de todas y ahora tenía que tocar el Shofar sin recordar ninguna Kavaná. Con el corazón abatido, rogó a D´s que de todas formas aceptara el toque del Shofar. Tocó la secuencia de sonidos obligatorios por ley y, evitando la mirada de su maestro, volvió a su sitio.

Al finalizar las oraciones del día, el Baal Shem Tov se dirigió al rincón en el que, sollozando bajo su Talit, se encontraba su discípulo. “¡Gut Iom Tov, Reb Ze’ev!”, le dijo. “¡Hoy pudimos escuchar un toque del Shofar absolutamente extraordinario!”

“Pero, Rebe, yo…”

“En el palacio del rey,” aclaró el Baal Shem Tov, “hay muchos portales y puertas que conducen a muchas salas y recámaras. Los guardias del palacio tienen enormes llaveros con muchas llaves, cada una de las cuales abre una puerta diferente. Pero hay una llave que sirve para todas las cerraduras, una llave maestra que abre todas las puertas.

“Las Kavanot son las llaves, cada una permite abrir otra puerta de nuestras almas, cada una da paso a otra recámara de los mundos espirituales. Pero hay una llave que abre todas las puertas, que nos abre las recámaras más profundas del palacio divino. Esa llave ‘maestra’ es un corazón humilde.”

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