Cartas para la próxima generación – Carta 2
Por: Rav Lord Jonathan Sacks. Todos los derechos reservados ©
SARAH, DAVID, estamos viviendo tiempos difíciles. El colapso financiero, la recesión económica y la incertidumbre acerca del futuro. La gente perdió sus ahorros, sus empleos y hasta sus hogares. ¿Qué se hace en momentos como este? La mejor respuesta la dio un político estadounidense: Nunca desperdicien una crisis. Se aprende más en las épocas malas que en las buenas.
El ideograma chino para “crisis” también significa “oportunidad”. Tal vez esa sea la razón por la que los chinos llevan tanto tiempo en este mundo. Solo conozco un idioma que va aún más allá en ese sentido y es el hebreo. La palabra “crisis” en hebreo es “mashber”, que también significa “silla de parto”. En hebreo, las crisis no solo son oportunidades, sino también contracciones; algo nuevo está naciendo. Por eso los Judíos han sobrevivido a todas las crisis en 4.000 años y han resurgido aun más fuertes de lo que eran.
Lo que deberíamos aprender del colapso financiero es
que nos estábamos obsesionando con el dinero: salarios, bonos, el costo de las viviendas y los costosos lujos de los que podíamos prescindir. Cuando el dinero manda, recordamos el precio de las cosas y olvidamos su valor. Este es un grave error. El colapso financiero ocurrió porque la gente pedía prestado dinero que no tenía para comprar cosas que no necesitaba, para alcanzar una felicidad que no duraría.
La sociedad de consumo está, en su totalidad, basada en estimular la demanda para crear gastos que generan el crecimiento económico. Esto implica poner los auténticos valores patas para arriba. La publicidad provoca cientos de incentivos que hacen que nuestra mente se concentre en lo que no tenemos, mientras la verdadera felicidad se basa en regocijarnos en los que sí tenemos, como dice Pirkei Avot.
Entonces, de manera curiosa, una sociedad de consumo es un mecanismo para crear y repartir infelicidad. Ese es el motivo por el cual una época de una prosperidad sin precedentes también se caracterizó por una cantidad sin precedentes de gente con depresión y síntomas de estrés. Lo más importante que podemos aprender de la crisis económica actual es que debemos pensar menos en el precio de las cosas y más en su valor.
Hubo un tiempo en la Torá en que las personas comenzaron a adorar el oro y construyeron un becerro de oro. Lo interesante es que, al leer la Torá detenidamente, verán que inmediatamente antes e inmediatamente después de construir el becerro de oro, Moisés le dio un mandamiento al pueblo, el mandamiento del Shabat. Entonces, ¿por qué ese mandamiento allí?
El Shabat es el antídoto contra el becerro de oro porque es el día en que dejamos de pensar en el precio de las cosas para concentrarnos en su valor. En el Shabat no podemos ni comprar ni vender, no podemos trabajar ni pagarle a otro para que trabaje para nosotros. En vez de ello, pasamos el día con nuestras familias y amigos alrededor de la mesa de Shabat. En el shil renovamos nuestro contacto con la comunidad, escuchamos la Torá para recordar la historia de nuestro pueblo, oramos y en nuestras oraciones agradecemos todas las bendiciones que D-s nos ha dado.
La familia, los amigos, la comunidad, la sensación de ser parte de un pueblo y su historia y, por encima de todo, dar las gracias a D-s son cosas que tienen un valor, no un precio. O, por decirlo de otra manera, un principio básico del manejo del tiempo es aprender a distinguir entre lo que es importante y lo que es urgente. Durante la semana, generalmente respondemos a las presiones inmediatas y, como consecuencia, nos concentramos en lo que es urgente pero no necesariamente importante.
El mejor antídoto que se haya inventado jamás es el Shabat. Ese día celebramos todo lo que es importante pero no urgente, como el amor entre los esposos y el amor entre los padres y los hijos. Los lazos de pertenencia, la historia de la que somos parte, la comunidad que apoyamos y que nos apoya a nosotros en tiempos de alegría y de tristeza. Estos son los ingredientes para la felicidad. Nunca el último deseo de una persona fue: “Ojalá hubiera pasado más tiempo en el trabajo”.
Los tiempos difíciles nos recuerdan todo lo que solemos olvidar en tiempos buenos: de dónde venimos, quiénes somos y por qué estamos aquí. Por eso, los tiempos difíciles son la mejor oportunidad para sembrar las semillas de la felicidad futura.
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