Contó el Rab Jaim Kanievsky – uno de los grandes sabios de Israel de día – una historia real que pasó en Israel.
Una noche llegó una persona al Beit Midrash, la sala de estudios, donando una pequeña Seudá en agradecimiento a que se salvó la vida de un choque que tuvo en una calle de Israel.
Al otro día, llegó otra persona con una nueva pequeña Seudá y todos pensaron que él también se había salvado la vida de algún accidente que tuvo algún día.
Éste les dijo a los presentes: “Yo no estoy agradeciendo que me salvé la vida en algún accidente o en algún choque. Sino estoy agradeciéndole a Hashem, por el hecho de que yo he pasado miles de veces por ese lugar donde chocó nuestro amigo, y a mí nunca me paso absolutamente nada”.
Es lo que dice Rab Jaim Kanievsky: “todos debemos agradecerle a Hashem por todo lo que nos da, lo que nos quita, lo que no nos da, etc.”
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