Carta 1: El legado más importante
Por: Gran Rabino Lord Jonathan Sacks
Agradecemos a nuestros queridos amigos y colaboradores Srs. Marcelo Cynovich y Armando Livtan por compartir la traducción de las hermosas cartas del Ex-Gran Rabino de Gran Bretaña, Rav Lord Jonathan Sacks, uno de los pensadores más importantes y prolíficos del actual mundo judío.
Las Cartas a la próxima generación son cartas ficticias, pero los temas que plantean son reales. Fueran escritas en la forma de cartas de un padre a sus hijos, quienes, a su vez, ellos mismos fueron padres recientemente.
Carta 1: El legado más importante
QUERIDA SARA, QUERIDO DAVID, les escribo estas cartas próximo a la llegada de Iom Kipur porque es el día en el que nos hacemos las preguntas más profundas acerca de nuestras vidas. ¿Quiénes somos? ¿Cómo viviremos? ¿Qué capítulo escribiremos en el Libro de la Vida?
También es un momento para decir todo lo que no dijimos. Lo más importante que vuestra madre y yo queremos decirles es que son nuestros amados hijos. Nos han dado más alegría de la que puedan imaginar jamás. Fueron el regalo más preciado que D-s no haya dado en la vida.
Quizás algunas veces les dijimos cosas, o ustedes a nosotros, de las que luego nos arrepentimos. Por favor, bórrenlas de vuestra memoria. D-s nos perdona: perdonémonos los unos a los otros también. La vida es demasiado corta para enojarse y angustiarse. Ahora que los dos están casados y son padres, les deseamos que sus hijos les den la alegría que ustedes nos dieron a nosotros.
Lo que nos inspiró a escribir estas cartas fue la antigua costumbre Judía de los padres que les escribían a sus hijos las Tzavaot, testamentos éticos. Esta tradición se basa en la idea que el legado más importante que podemos dejarle a nuestros hijos no son posesiones ni dinero, sino ideales espirituales.
Yo verdaderamente creo en esto. Si les dan demasiado dinero o regalos materiales a vuestros hijos, van a ser malcriados, crecerán infelices e insatisfechos y, a la larga, no se los agradecerán. Les hará daño a ellos y a vuestra relación con ellos. La tradición era acertada: lo mejor que cualquiera de nosotros puede darle a sus hijos son los valores para que rijan sus vidas, los ideales a los que aspirar, una identidad para que sepan quiénes son, y una herencia moral que los guíe en los momentos de desolación. A medida que crecen, los niños llenan el espacio que les creamos. Si el espacio es grande, entonces caminarán erguidos. Los ideales son grandes, las posesiones materiales son pequeñas. Son los ideales lo que le dan sentido a la vida. Las personas pueden envidiar a otras por lo que ganan o por lo que tienen, pero admiran a otros por lo que son y por los principios que siguen, y es mejor ser admirado que envidiado.
De eso se trata Iom Kipur. El Judaísmo espera mucho de nosotros, es una religión exigente y llena de desafíos, pero esa es su grandeza. Si tuviera que definir qué es ser Judío, diría que es ser un embajador de D-s.
Nunca nos pidieron que convirtamos al mundo, pero sí se espera que vivamos como ejemplos de justicia, compasión, bondad y tzedaká. Somos el Pueblo del Libro, los que colocamos el estudio y el aprendizaje en la cima de nuestros valores para demostrar que la fe no es ni ignorante ni ciega. Se nos pidió que vivamos nuestra fe día tras día, acto tras acto, a través de la compleja coreografía que llamamos halajá, la intrincada belleza de la ley Judía. El Judaísmo es una religión de altos ideales que se traducen en simples acciones diarias.
Eso es lo que nosotros recibimos de nuestros padres, lo que hemos tratado de darles a ustedes y lo que esperamos que ustedes les den a vuestros hijos. No vestimenta costosa o vacaciones o el último modelo de celular. Esas son distracciones de la vida, no la vida misma. La vida está hecha de aquello por lo que vives.
Les digo esto en un tiempo sagrado porque he visto a muchas personas cometer el mismo error. Sus matrimonios fracasan o las relaciones con sus hijos se quiebran y entonces se preguntan: “¿Qué hice mal? Les di todo.” Cierto, pero falso. Les dieron todo menos lo que importaba: tiempo, atención, respeto desinteresado y valores genuinos, éticamente exigentes y espiritualmente desafiantes.
Los ideales les traerán felicidad a Uds. y a vuestros hijos.
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