Para la mesa de Shabat, Parashat Nitzavim. Por: Daniel Herc.
En la vida hay muchos días, algunos buenos, otros malos, y otros que no está definido qué son. En la vida hay muchos días, días que pasan lento, días que pasan rápido, y días que ni siquiera nos interesa como pasan. Tantos días hay en la vida, que se nos hace difícil recordarnos de todos ellos, y por eso hay días que los marcamos como “diferentes”, especiales, singulares, para no olvidarnos de ellos.
Podemos marcar muchos días así en la vida de la persona: cuando uno nace, cuando le hacen el brit, cuando entra al jardín, cuando empieza la escuela, cuando la termina, cuando cumple bar/bat mitzva, cuando empieza y termina el bachillerato, la universidad y cualquier otro estudio. Cuando uno empieza su primer trabajo, cuando uno se casa, cuando uno tiene un hijo, y así podemos seguir sin parar.
La típica carta que le escribe un padre a su hijo en su primer día de clases dice así: “Querido hijo mío, este día tú empiezas una nueva vida, te adentras en nuevas aventuras y pasarás a una etapa completamente nueva y esencial para ti”. Este comienzo de carta, se la pueden escribir los padres a sus hijos en cualquiera de los acontecimientos anteriormente nombrados.
¿A qué se debe esto? ¿Cómo puede ser que hay tantos días que marquen nuevas etapas en la vida de la persona? ¿Cómo puede empezar uno una nueva vida tantas veces? ¿Acaso la vida misma cambia? ¿Paso yo a ser otra persona en cada etapa?
Lo que es seguro, es que no hay persona que no haya pasado por estas diferentes etapas y nuevos comienzos en su vida. Esto se debe a que la vida de la persona no tiene un solo principio y un solo final. Las aventuras que atravesamos, las diferentes etapas que pasamos, marcan dentro, en nosotros, diferentes párrafos de nuestra larga vida. La vida es como un libro. Tiene un comienzo y un final, pero ella misma está dividida en diferentes capítulos, cada uno importante por si solo, pero su mayor importancia no es por su singularidad sino por como este pasa a ser un eslabón más en la cadena de capítulos.
El Rav Eliashiv Ztz”l solía decir que el último día del año, en el último momento antes que se ponga el sol, ya vemos a todos listos para recibir el nuevo año. Pero pocos se preguntan qué hacemos con el viejo.
El dice que hay dos tipos de almanaques, uno de pared y otro de bolsillo. Al almanaque de pared todos los días se le arranca una hoja, hasta que al final, el último día del año, queda solamente una hoja, y no queda ningún recuerdo del año que pasó. El almanaque de bolsillo, a pesar de que todo el ano la persona lo lleva a todos lados en su bolsillo, y aunque este completo todo el tiempo sin que se le arranquen hojas, se asemeja al almanaque de pared en que los dos son tirados a la basura en el momento que entra un nuevo ano. Sin embargo, hay personas únicas, pocas, que crean y hacen los almanaques para el año nuevo. Para ellos, también los viejos almanaques tienen un valor especial, ya que del viejo almanaque ellos aprenden a formar el nuevo almanaque para el año entrante.
La persona tiene que saber que su vida es un almanaque tras otro, pero debemos saber no tirar el viejo así podemos formar el nuevo. Nuestro futuro debe estar conectado a nuestro pasado mediante el presente. Debemos aprender de cada etapa que atravesamos en nuestras vidas para poder siempre formar “primeros nuevos días” que marcan un nuevo comienzo.
Rosh Hashana no solamente es un día más en el año, y no solamente es el primer día del año, sino que este mismo es el día que la persona fue creada. ¿Qué quiere decir? Este es el día que cada uno de nosotros cumple año, y como en cualquier aniversario, cada uno de nosotros comienza en este día una nueva etapa, un nuevo comienzo. Este comienzo nos da oportunidades, tales como borrón y cuenta nueva, empezar de cero, viendo hacia adelante solamente sin mirar atrás. Por lo único que miramos atrás, es por el “viejo almanaque”, para poder aprender de él como formar el nuevo almanaque, para aprender de él nuestros errores cometidos y no volver a caer en ellos. Y para aprender de él nuestros éxitos para poder repetirlos.
Nuestra vida es una cadena, un libro con un punto de comienzo y un punto final, llena de capítulos que son los eslabones que forman la cadena completa. Para que la cadena esté completa no puede faltar ningún eslabón, ni el viejo, ni el nuevo. En Rosh Hashana D-os nos dice: “Querido hijo mío, este día tú empiezas una nueva vida, te adentras en nuevas aventuras y pasaras a una etapa completamente nueva y esencial para ti”.
Shana tova umetuka y Shabat Shalom
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