Dedicado a la elevación del alma de Gutman ben Mijael z¨l
Escrito por: Nathalie Levy Riess, Directora del “Centro de empoderamiento femenino de Tzfat”.
Mientras avanzamos en los quehaceres de nuestro día a día, y vamos haciéndonos mayores, alejándonos cada día más del momento de nuestro nacimiento, pocos somos los que hacemos una pausa para apreciar el milagro de la vida. El momento de nuestro nacimiento fue el momento de elección individual para cumplir nuestra misión y es ese proceso que siempre nos está llevando hacia nuestro destino, y cada momento cuenta, cada experiencia es parte de ese proceso, aunque no siempre seamos capaces de verlo.
Tu Bishvat es el día en que celebramos el “nuevo año” de los árboles. Pero ¿porqué celebrar el nuevo año de los árboles? El invierno no ha pasado aún, la primavera no ha llegado, los árboles están aún desnudos. Si el propósito de los árboles es dar fruto, en esta fecha los frutos aún no son visibles en las ramas ¿qué razón hay para celebrar?
Tu Bishvat, es el día que la savia comienza a subir por el árbol, en otras palabras, no podemos ver la fruta aún, pero celebramos el proceso de crecimiento. Es el día donde los árboles cesan de absorber el agua del año pasado, y empiezan a nutrirse del agua del nuevo año, un día intermedio entre el invierno y la primavera, ya no tan oscuro pero aún no ha aclarado.
¿Por qué no vemos este proceso? Porque todo sucede bajo la superficie de la tierra.
Cuando observamos el desarrollo por el que pasan los árboles, debemos contemplar nuestra afinidad con el universo botánico, y tomarlo como una lección a nuestra propia vida. Es necesario observar nuestro trayecto de esa misma manera, entre pasado y futuro, abriéndonos constantemente a nuevas oportunidades de crecimiento mientras la savia sube y las nuevas aguas fluyen.
La felicidad también se desarrolla bajo tierra
Todos estamos expuestos a un sinfín de circunstancias en nuestra vida que nos ponen a prueba. Todos tenemos una simple opción: construirnos de ello y crecer o nono.
Hemos de saber que nuestra felicidad, al igual que el árbol es un proceso que surge bajo tierra meses antes de que sea visible, es la capacidad de disfrutar el proceso, y apreciar el desarrollo basado en la convicción y la fe, que nos aporta la felicidad verdadera.
Está escrito en el libro de Devarim (19, 20) : Ki adam etz hasade, “el hombre es como el árbol del campo”. El Rebe de Lubavitch elabora en este concepto de manera fascinante y explica:
¿Por qué la Tora nos compara con los árboles? Porque el hombre también posee tres componentes similares a los árboles: las raíces, el cuerpo o tronco y las frutas, que son válidos en tres niveles; psicológico, cronológico y espiritual.
Los raíces son lo que está “bajo tierra”, invisible, y representan el subconsciente en toda su composición, amplitud y profundidad, están escondidas pero constituyen la base de nuestra personalidad.
El cuerpo o tronco, es la manifestación, la revelación de las raíces. Es el consciente de la personalidad, la manera que conscientemente describimos nuestra existencia. Es la persona que (creemos) que somos, lo que salta a la vista.
Las frutas, cosechadas y que su propósito es ser disfrutadas por otras personas, representan el impacto que tenemos en otras personas, nuestra habilidad de plantar una semilla en otra persona, y verla brotar, crecer y que dé frutos.
En el nivel cronológico las raíces el tronco y los frutos son nuestra infancia, adultez y capacidad de liderazgo.
Y en el nivel espiritual son las convicciones y la fe, el estudio, la perseverancia y la capacidad de dar.
Al contrario delo que muchas personas piensan, la felicidad no depende de algo específico, no de nuestra posición económica, o de nuestro cuerpo o de nuestra carrera. Felicidad es el estado que alcanzamos cuando todos los componentes de nuestra existencia están en armonía y trabajan holística mente tanto en cuerpo, en mente y en alma, hacia nosotros en particular y hacia la humanidad en general.
Al igual que en el árbol, todo está integrado en una entidad singular. Nuestra misión , a través de la conexión con la fuerza universal de luz divina es crear un nivel de intimidad que logre integrar todos los componentes de nuestro árbol creando armonía y a raíz, la felicidad.
Quiero terminar con un cuento del Talmud que incluye mi bendición para todos ustedes.
Un hombre que andaba por el desierto, y estaba hambriento y muy sediento, encontró de pronto un árbol que tenía una copa que daba una sombra maravillosa, frutos dulces, y un acueducto que pasaba por debajo de su tronco.
Comió de sus frutos, bebió de su agua, y descansó bajo su sombra.
Cuando estaba listo para continuar su trayecto, miró al árbol y le dijo:
Árbol árbol, qué bendición te puedo dar?
Si te bendigo con frutos dulces, ya los tienes.
Que tu copa dé sombra, tu copa es majestuosa.
Que un acueducto pase por ti para proveer agua potable, ya lo tienes.
Entonces:
¡Sea su voluntad, que todos los árboles que planten de ti, sean como tú!
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