Ekev: El pan del alma

Por: Daniel Herc

panDía a día vemos los frutos de nuestros trabajos. Sea el que sea, no importa el lugar ni el momento, nosotros siempre tratamos de dar lo mejor que tenemos para poder ver los frutos. Para cualquier persona, una de las mayores satisfacciones que uno puede tener es ver los frutos de nuestras propias cosechas.

¿A que se debe esto? Esto se debe a nuestro ego. Todos tenemos ego. Y mientras más lo alimentemos más crece. ¿Como crece el ego? El ego de la persona va de mano de sus “creencias” sobre sus éxitos. Mientras más la persona cree que es exitosa, más crece su ego. Estas creencias se alimentan por varios factores. Uno es lo que la sociedad nos dice sobre quien es y quien no es exitoso. Otro factor está formado por nuestros propios prejuicios. Muchas veces nos armamos ideas propias con una base muy solida sobre como las cosas tendrían que ser, cuales deben ser los caminos que debemos tomar para poder llegar a ser “alguien”. El ego crece cuando vemos que estas ideas se vuelven realidad.

¿Es el ego un pro o una contra en nuestra vida? ¿Acaso está mal ver los frutos de nuestros actos? Esta moneda tiene dos caras. Es decir, el ego puede ser bueno y también puede ser malo. Cuando el ego hace crecer nuestro orgullo personal, transformándonos en personas presumidas y orgullosas, éste es malo. Cuando el ego alimenta nuestra sed por conocernos más, cuando nos muestra quienes somos y que potencial tenemos, y nos empuja a seguir buscando el crecimiento equilibrado, entonces éste es bueno.

autoestimaEn resumen, ego que nos vuelve orgullosos y presumidos, es malo. Ego que nos hace crecer manteniendo la humildad, es bueno. La diferencia es si somos egocéntricos y egoístas o altruistas y modestos.

Para poder ser modesto en la vida uno tiene que reconocer que no todo está bajo su control. Que no todo depende únicamente del esfuerzo propio. Yo puedo poner el máximo en las cosas que hago, pero hay cosas que nunca están bajo mis manos, cosas que no puedo manejar. Si se que no todo depende solamente de mi, entonces se que yo solo no puedo. Que siempre voy a necesitar ayuda extra. Esa ayuda, viniendo de donde venga, nos demuestra que somos dependientes. Al ser dependientes, nuestro ego se achica. Al achicarse el ego, esto nos vuelve más modestos.

En la Parasha de la semana está escrito: “el hombre no vive solo de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Eterno”. El pan demuestra los logros de la persona. El pan no son las espigas que salen de la tierra, ni el agua que contiene. El pan es el trabajo del hombre, el esfuerzo que le puso la persona en convertir unas espigas en comida. Y cuando uno ve el pan puede pensar “yo lo hice, aquí se ve el fruto de mi trabajo”. El pan representa el punto del ego que nos puede llevar a ser egoístas, presumidos, orgullosos.

Pero el versículo justamente nos enseña que uno no vive del pan, uno no vive de su propio trabajo y esfuerzo, sino por todo lo que sale de la boca del Eterno. Esto nos hace acordar que no todo depende de lo que yo haga, hay cosas que van más allá de mí. Si nos acordamos que nuestros frutos son el producto de nuestro esfuerzo más la ayuda que recibimos, esto nos llevará a ser personas modestas y altruistas.

Nuestros sabios nos ensenan que D-os dice sobre el orgullos “yo y el no podemos morar juntos”. Esto se debe a que la persona orgullosa no le deja lugar en su pequeño mundo para que D-os sea parte de el. Para el orgulloso y egoísta hay una sola persona en el mundo: el.

Aprendamos a ser modestos, démosle lugar a los demás y principalmente a D-os en nuestro mundo personal, y así podamos morar todos juntos en paz.

Shabat Shalom

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