Por: Dr. Yitzhak Calafi
En Shemini el Eterno ordenará una serie de leyes alimentarias e higiénico sanitarias a Am Israel. Ya en los albores de la historia bíblica, D-s ordenará al hombre: “De cualquier árbol del huerto puedes comer, pero del árbol de conocimiento del bien y del mal no podrás comer, porque el día que de él comieres ciertamente has de morir”. [1]
El hombre desde que fue creado hasta el Diluvio tendrá sólo permitido ingerir los frutos y los vegetales. Posteriormente a aquel catastrófico evento, el Eterno permitirá alimentarse con “todo lo que se arrastre y viva será alimento para vosotros, lo mismo que la hierba. Os doy todo. Sin embargo no comeréis carne con su alma. Su sangre no has de comer.” [2] R. Hananiá ben Gamaliel, en Sanhedrín, 56 b y 59ª, considera que se da ahí una doble prohibición: la de la sangre y la de la carne así cortada. La prohibición de la sangre parece más bien constituir el único objeto del precepto. La sangre recibe en Devarim 12:23 el nombre de “alma del animal”: “Guárdate de comer la sangre, porque la sangre es el alma, y no comerás el alma con la carne”
En el cristianismo naciente tuvo lugar la discusión en relación a la prohibición de la sangre, pero esta ley noáquida (las siete leyes dadas a Nóah y todos sus descendientes), como otras, no fue conservada por los goyim. Los rabinos han discutido mucho sobre las adiciones a los siete preceptos de la ley noáquida. R. Hananiá, hijo de Gamaliel, añade la prohibición de consumir la sangre del animal vivo; R. Hidká, la prohibición de la castración; R. Simón, la de la brujería; y R. Yosé, en Sanhedrín, 56b, los sacrificios humanos, la adivinación, los augurios y oráculos, y la evocación de los muertos, pues en Devarim 18:9-12 todas esas practicas son reprochadas a las tribus cananeas que los israelim iban a expulsar del país como castigo por las supersticiones a las que se entregaban.
En la parashá de Shemini la Toráh enuncia las normas que tipifican y dividen a los animales en puros e impuros, y se pide a Am Israel que rechace como abominables a todos los impuros. En todos los tiempos ha habido diferentes tesis que intentan explicar el origen de estas leyes, como Maimónides que las argumenta en clave sanitaria, como él mismo dice en su Guía de los Perplejos (III capítulo 48) afirmando que los alimentos prohibidos son nocivos para la salud, lo que ya fue fuertemente rechazado por Rabbi Itshak Arama, en Akedat Itshak (capítulo 60) objetando que la interpretación de Rambam convierte la Toráh en un libro de medicina preocupado parcialmente por la salud del ser humano, en la que no hay referencias acerca de plantas y hongos venenosos, y podríamos añadir ahora que no prohíbe inhalar o fumar.
Abarbanel explicará que a Adam sólo le estaba permitido comer frutos y vegetales, pero después del Diluvio, el Eterno concederá el permiso de ciertas carnes, peces, y aves y con restricciones como concesión al impulso del mal que poseemos. R. I. Arama y Abarbanel, entre muchos otros, concluyen que la finalidad principal de las leyes alimentarias del judaísmo es tender a la kedusháh vetaharáh –la consagración y la pureza-. Estas leyes predisponen el alma hacia la pureza y la santidad
Es bien cierto que muchas leyes que prohíben y proscriben determinadas especies se nos escapan en sus detalles, y no podemos entender mucho sobre ellas, pero también no es menos cierto que a lo largo de la historia constatamos que las leyes alimentarias y las higiénico-sanitarias han conferido a Am Israel en el curso del tiempo un vigor y una fuerza de resistencia física extraordinaria, y que han salvado muchísimas vidas.
Todos los animales que andan sobre sus garras, entre cuantos andan sobre cuatro pies, os serán inmundos; todo aquel que tocare sus cuerpos muertos quedará inmundo hasta la tarde; y el que hubiere transportado el cuerpo muerto de ellos, lavará sus vestidos, y quedará inmundo hasta la tarde; inmundo serán para vosotros. [Vayikrá 11:27-28]
Hasta no hace más de siglo y medio, esta ley era considerada ritual y sin valor sanitario en el mundo científico. La pandemia más destructiva en la historia de Europa fue la Peste Negra, o Peste Bubónica que asoló al Viejo Continente entre los años 1348 y 1361, y causó la muerte de 25 millones de personas (aproximadamente un tercio de la población del continente en aquel entonces). Se trataba de una zoonosis (enfermedad que afecta particularmente a los animales, y que puede ser transmisible al hombre) de la que aún se producen brotes en regiones donde las condiciones de la vivienda y de higiene son deficientes [3]. Se le llama “bubónica” por que se refiere al característico bubón o agrandamiento de los ganglios linfáticos. Esta plaga es propia de los roedores y pasa de rata en rata a través de las pulgas: la pulga pica a una rata infectada y engulle el bacilo junto con la sangre; este bacilo puede quedar en el intestino del animal durante tres semanas y cuando pica a otro animal o a una persona, lo regurgita e infecta. En el caso de la verdadera peste bubónica, los humanos sólo se contagian por la picadura de la pulga, nunca por contacto directo con un enfermo o a través de la respiración. Las pulgas saltan de los cadáveres de roedores y humanos a los humanos vivos alojándose en los pliegues de sus ropas y vestimentas, picándoles e inoculándoles la bacteria Yersinia Pestis. La cercanía con el hombre favoreció la traslación de las pulgas entre ratas y humanos, y así se propagó la peste.
La enfermedad, ya fuera en el caso de las ratas o de los humanos, tenía una altísima tasa de mortandad, y en algunas epidemias alcanzó el 90 por ciento de los casos, siendo considerado “normal” un índice de fallecimiento promedio del 60 por ciento. La Yersinia pestis, se multiplica rápidamente en la corriente sanguínea, se inflaman los ganglios linfáticos –bubones-, se disemina por la sangre, a causa de las hemorragias diversas zonas de la piel del enfermo se vuelven rojizas o negruzcas, finalmente se produce septicemia y muerte del paciente. En ciertos casos la infección puede adquirir la forma de una neumonía, y se transmite a través de la respiración.
Se conocen cuatro grandes pandemias: la de Justiniano (540-590 dEC), que pudo haber llegado hasta Inglaterra; la “Muerte Negra” (1346-1361); la “Gran Plaga” en la década de 1660, y una pandemia que comenzó en Asia en 1855 y causó muchísimas muertes en Cantón, Hong Kong y Rusia, llegando a Gran Bretaña en 1900, donde produjo decesos en Glasgow, Cardiff y Liverpool. En la última pandemia, Ogata Masanori notó tal cantidad de ratas muertas que la denominó “la peste de las ratas”. En China y Rusia prevaleció la epidemia del tipo neumónica, y en Europa se propagó la del contagio por picadura de pulgas a ratas infectadas.
La Muerte Negra comenzó en Mongolia. De allí, una horda de tártaros la llevó a Crimea, donde sitiaron a un grupo de mercaderes italianos en un puesto de trueque llamado Caffa (Teodosia en la actualidad). La plaga apareció en Caffa en el invierno de 1346, sin duda contagiada por las ratas. Otra versión la atribuye a que los tártaros arrojaron cadáveres infectados por encima de los muros. En ambos lados hubo muchos muertos y por esa razón el sitio fue levantado. Se diseminó la plaga alrededor del Mar Caspio y desde allí, por el norte llegó a Rusia y por el este a la India y a China en 1352. Los italianos supervivientes escaparon por mar hacia Messina, Génova y Venecia y desde estas ciudades, la plaga se extendió en semicírculo a través de Italia, Francia, Alemania y Escandinavia, llegando a Moscú en 1352. [4]
Hoy en día en Europa por motivos higiénicos el contacto entre ratas y seres humanos no es tan frecuente como lo fue en épocas pasadas, y se disponen de antibióticos como la estreptomicina, el cloranfenicol y las tetraciclinas, lo que disminuye la tasa de mortalidad, que está actualmente comprendida en un 1-5 % de los contagiados si son tratados rapidamente.
En Europa durante la pandemia de la Peste Negra, cuando la enfermedad llegaba a cada ciudad o pueblo, la gente empieza a morir a una velocidad indescriptible. Muy pronto, el terror se apodera de la gente, que cree que ha llegado el Fin de los Tiempos. Las multitudes buscan auxilio en la Iglesia, en curanderos, en alquimistas, en amuletos, pero nadie tiene una solución. Los monjes de los monasterios mueren en masa, y todos los rezos cristianos no sirven para salvarlos. En el resto del mundo las cosas no fueron muy diferentes: se estima que la población mundial pasó de unos 450 millones de personas a 350 millones. Los europeos se preguntaban porqué tanto sufrimiento, y observan que la mortalidad entre los judíos es muchísimo menor, y sacerdotes y nobles denuncian un “acto satánico” orquestado por los judíos para exterminar a la cristiandad, en medios cristianos se habla de un complot judío urdido en Toledo por un tal rabí Peyrat, que desplaza a sus envenenadores por toda Europa, se detendrán y torturan a judíos, algunos de estos confesaran bajo tortura y se aniquilarán comunidades judías enteras en Suiza y Alemania.
En 1349, dos mil judíos son asesinados en Estrasburg, cuatrocientos en Worms, dos mil en Oppenheim, seis mil son quemados vivos en Maguncia; tres mil en Erfurt, diezmados en Viena, Munich, Ausburg, Wurzburgo, y Nuremberg, y se asesinan a treinta mil yehudim en Renania.
Las leyes de la Toráh obligan a lavar las ropas de los vestidos de aquellos que han tocado los cuerpos muertos [5] y esto fue lo que les protegía de las pulgas y de lo peor de la plaga. [6]
Hoy en día con los avances científicos confirman que es imprescindible la higiene, pero estas normas no han sido reconocidas por la ciencia hasta hace muy poco tiempo, aunque parezca increíble. Leyes higiénicas que siempre ha tenido Am Israel y que fueron recibidas en Har Sinai,
El médico obstetra húngaro, Ignaz Semmelweis (1818-1865), que ejercía su profesión en la ciudad más avanzada en Medicina en su época, Viena, y al igual que todos los médicos de entonces nunca supo de la existencia de los microbios.
La Fiebre Puerperal era una verdadera plaga mortal en las maternidades de los hospitales. Semmelweis, se había sentido intrigado por qué la fiebre no afectaba a las mujeres acomodadas, y las aldeanas, que parían en sus casas particulares. Él observó que las mujeres contraían la fiebre, cuando los ayudantes en el parto eran estudiantes que venían directamente desde la sala de cadáveres, donde habían estado realizando sus prácticas de anatomía, y también que un colega y amigo suyo se le infectó una herida que se había hecho mientras estaba trabajando con el cadáver de una mujer muerta por la fiebre. A los pocos días murió su amigo médico colega padeciendo la misma clínica que la Fiebre Puerperal. Semmelweis pensó que los estudiantes y médicos eran los portadores de la infección. Pidió autorización en el año 1847 a la Dirección del hospital para que todo profesional que ayudara a una parturienta, tuviera que lavarse cuidadosamente las manos previamente, lo que disminuyó drásticamente el índice de mortalidad de las parturientas. Los médicos vieneses se declararon ofendidos por que se les achacase a ellos esas muertes y se juzgaron humillados por la obligación de lavarse las manos. Fue por ello, y por su condición de extranjero, que se le obligó a renunciar.
Posteriormente, y gracias a él, y al insigne cirujano Lister, y al trabajo de Pasteur sobre los microbios que actualmente es obligatorio a todo cirujano lavarse las manos con jabón y desinfectante antes de operar. [7]
No sabemos el porqué de todas las leyes de la Toráh, pero si podemos decir que con el tiempo hemos visto que todas son para bien, y no sólo espiritual, sino también material
NOTAS
[1] Bereshit 2:16-17, [2] Bereshit 9:3-4 [3]http://www.entornomedico.org/enfermedadesdelaalaz/index.php?option=com_content&view=article&id=447&Itemid=45
[4] http://www.portalplanetasedna.com.ar/malas01.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Peste_negra
[5] Vayikrá 11:27-28, [6] http://eltamiz.com/2007/11/10/la-peste-negra/
[7] http://j.orellana.free.fr/textos/ignaz.htm
http://en.wikipedia.org/wiki/Ignaz_Semmelweis
http://www.experiment-resources.com/semmelweis-germ-theory.html
http://scienceblogs.com/aetiology/2006/09/semmelweis_id_hero_1.php
http://www.oldpaths.com/Archive/Lockwood/Germaine/Charles/1930/Cosmos/ch10.html
http://www.nybooks.com/articles/archives/2004/mar/25/the-fool-of-pest-an-exchange/?pagination=false
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