Por: Uriel Edery
Nuestra Parashá, Jaié Sará, comienza con el relato de la desaparición física de nuestra matriarca Sará. La Torá utiliza una política de economía de palabras, es decir se utilizan únicamente las palabras necesarias. Este punto fue descripto de forma brillante por mi tío, el Rabino Mordejai Edery, de bendita memoria, en la introducción a su grandioso comentario de la Perashá: “No es costumbre del texto bíblico abundar en detalles como en este caso, lo que induce a los intérpretes del Tanaj a descubrir el mensaje implícito en estos hechos”.
Al enfrentarnos a las historias relatadas en nuestras perashiot corresponde preguntarnos qué es lo que debemos aprender de estos relatos. De no ser así podríamos afirmar que tales relatos serían innecesarios.
En nuestra perashá se cierra un ciclo para dar lugar a otro, se “cierra” el ciclo de Abraham y Sará y comienza el de Itzjak y Rivká. Humildemente, creo que existe un hilo conductor a lo largo de la vida de Abraham del que debemos aprender una lección de vida.
En las perashiot anteriores encontramos el establecimiento de una relación especial entre D”s y Abraham. En esta relación encontramos puntos elevados a los cuales pocas personas tuvieron el mérito de acceder, tales como el Brit ben habetarim (el Pacto de las Partes, o Pacto de Abraham), la Akedat Itzjak (ligadura de Itzjak), la visita de ángeles celestiales, promesas de prosperidad y descendencia, entre otras. Abraham se encuentra en un éxtasis espiritual y en el punto más elevado de una relación bilateral de amor con D”s tal como lo describe el profeta Yeshaiahu (Isaías): “Linaje de Abraham, quien me amó”.
Podríamos esperar de una persona que se encuentra en tal situación espiritual que está de cierta manera desconectado de la realidad, viviendo un mundo ideal, sentado en una montaña, meditando, y llevando de tal manera su espiritualidad a su máxima expresión. Mas este no es el caso de nuestro patriarca Abraham. A lo largo de las perashiot anteriores vemos que la actitud de Abraham es diferente a la descripta anteriormente.
Incluso hasta podríamos afirmar que es conceptualmente revolucionaria. Vemos que luego de haberse hecho el berit milá con el cual llegó a su plenitud físico-espiritual, encontramos a Abraham buscando invitados para agasajar en su tienda. Al encontrarlos, no solamente que los recibe, sino que él mismo sale corriendo a preocuparse de hacer todo lo necesario para suplir las necesidades de sus invitados. Encontramos a Abraham luchando contra reyes para liberar a Lot, lo encontramos rezando y preocupándose por una ciudad de malvados para ver si es posible cambiar el veredicto Divino y salvarlos de una eliminación segura.
En nuestra Perashá, nuevamente encontramos tal característica. Luego de haber culminado con su última prueba, la Akedá de Itjak, la más difícil de todas sus pruebas, el punto más elevado de la “Carrera” , encontramos a Abraham negociando la compra de un terreno para enterrar a su esposa Sará. Tal como introdujimos, la única razón por la cual la Torá nos relata las historias de nuestros patriarcas es con el objetivo de que aprendamos conceptos para aplicarlos en nuestra vida
Abraham nos enseña cómo debe ser una vida espiritual judía auténtica. La Torá nos viene a enseñar que nuestra espiritualidad no puede estar desconectada del mundo. Al revés, mientras más espiritual es una persona, más conectado debe estar con la realidad. Nuestras grandes figuras mientras más grandes eran, más conectadas estaban con la sociedad.
Una espiritualidad que es ajena a la sociedad y su realidad, a las necesidades humanas, a la vida cotidiana, es una espiritualidad falsa. Hasta podríamos decir que es pagana. La Torá le fue entregada a seres humanos para que sean ellos la que la cumplan. Seres con pasiones, deseos e instintos. Ése es el hilo conductor de la vida de Abraham y Sará: una vida de éxtasis espiritual que va de la mano con una conciencia social y una fuerte conexión con la realidad.
“Maasé Abot siman la’banim”, las acciones de los Padres son señales para los hijos. Quiere decir, las acciones de nuestros Patriarcas marcan caminos por lo cuales nosotros, sus hijos, debemos transitar. Quiera D”s que podamos llevar a cabo en nuestra vida la misión para la que fuimos traídos a este mundo: el vivir una espiritualidad auténtica, espiritualidad que es llevada a cabo cuando estamos conectados con la realidad, potencializando el mundo material para así consagrarlo.
Shabbat Shalom umeboraj!
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